CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En junio de 1989, <strong>Proceso </strong>me envió a Panamá para entrevistar al general Manuel Antonio Noriega. El llamado “hombre fuerte” llevaba tres años bajo asedio político, económico y mediático, acusado de toda clase de crímenes por el gobierno de Estados Unidos, al que secundaban varios países de la región.
La campaña en su contra se inició a mediados de 1986, cuando <em>The New York Times</em> publicó una filtración en la que se le acusaba de “narcotráfico, lavado de dinero, venta de armas a grupos rebeldes, venta de teconología a aliados de Moscú, suministro de información de inteligencia a Cuba y corresponsabilidad en el asesinato de un opositor político (Hugo Spadafora, encontrado decapitado en la frontera con Costa Rica)”.