¿Funciona mi conexión de Internet?

CIUDAD DE MÉXICO (apro).-La tecnología nos ha traído Internet y con los años hemos visto aumentar significativamente el ancho de banda, es decir, la velocidad de acceso a la información. Quienes tengan la suficiente edad sabrán que hubo tiempos en que los módems trabajaba a 300 baudios, La velocidad en baudios es el número de veces por segundo que una señal cambia de estado; el cual puede ser un nivel de voltaje, una frecuencia o un ángulo de fase de frecuencia. Si la señal cambia una vez para cada bit de datos, entonces un bit por segundo equivale a un baudio.

Por años tuvimos velocidades de 1, 2 y hasta 10 megabits por segundo, lo cual evidentemente significa que –mientras más alta la velocidad, más datos se reciben por segundo– pero también, mientras más aumenta la velocidad, más pagamos por el Internet. Hoy hablamos de 100, 200, 500 y hasta mil megabits por segundo, lo cual es cada vez más necesario pues la cantidad de información que recibimos y mandamos se ha incrementado exponencialmente.

La verdadera política migratoria: ¡Vete al infierno!

Ciudad de México (Proceso).– Les ordenaron desnudarse y depositar sus ropas dentro de unas tinajas con gasolina y formol. Cincuenta hombres obedecieron a los custodios de la prisión de El Paso, Texas. Hace poco más de un siglo había obsesión con el tifus y por eso debían eliminarse todos los piojos que los presos mexicanos llevaban, supuestamente, a los Estados Unidos.

Aquella otra tragedia ocurrió en marzo de 1916. Según el alcalde de la ciudad, Thomas Lea, un fósforo encendido por uno de los guardias bastó para que, en instantes, una inmensa llama nacida en las tinajas devorara aquel edificio.

Ley sobre Delitos de Imprenta y libertad de expresión

Ciudad de México (Proceso).– En días pasados el Senado de la República aprobó la abrogación de la Ley de Imprenta de 1917, después de que tiempo atrás había hecho lo propio la Cámara de Diputados. Queda sólo que el presidente de la República promulgue y publique en el Diario Oficial de la Federación (DOF) esta decisión legislativa para perfeccionar la expulsión de esta normativa del sistema legal mexicano. Esta decisión es, sin duda, importante por varias razones. Veamos.

Primero. La Ley sobre Delitos de Imprenta, cuya más reciente reforma fue hecha el 20 de mayo de 2021, representaba por sí misma una conspicua figura normativa que daba vida a lo que desde hace mucho tiempo se ha objetado y ha ido desapareciendo: los delitos de prensa; es decir, aquellas infracciones privativas de la libertad aplicables, de manera adicional a las previstas en los códigos penales, sólo a los periodistas y a los medios de comunicación. Esta singularidad es contraria a derecho porque: a) Discrimina a los periodistas y medios de comunicación, especialmente a quienes laboran en medios que no dependen de una concesión del Estado donde pudiera haber alguna responsabilidad adicional. Con lo anterior se viola el derecho a la igualdad previsto en el artículo 1º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; b) Es contraria a la igualdad ante la ley al ser una ley privativa (destinada a los periodistas y a los medios no a cualquier persona) lo que se encuentra expresamente prohibido por el artículo 13 constitucional; c) Fomenta la censura previa y/o la autocensura, lo que lastima el derecho a la información y las libertades de expresión e información tuteladas por el artículo 6º de la Constitución.

¿Un nuevo totalitarismo?

Ciudad de México (Proceso).– Es ya un lugar común decir que la violencia y sus víctimas no son interés del Estado. Tanto las cifras de muertos y desaparecidos como los índices de impunidad lo muestran todos los días desde hace varios lustros. Frente a ello, la pregunta que debemos hacernos es: ¿realmente tenemos un Estado? Si su vocación fundamental –dar seguridad, justicia y paz– está alterada ¿podemos hablar de su existencia o acaso hablamos de un tipo de Estado que habría que entender de otra manera?

Según Hannah Arendt, un Estado que “fabrica cadáveres”, como el nazi, o crea “pozos de olvido”, como el estalinista, es un Estado totalitario. México no lo ha sido. Sin embargo, desde Calderón hasta López Obrador, pasando por Peña Nieto, el Estado mexicano no ha dejado de producir muertos, casas de seguridad, fosas clandestinas, desapariciones y terror como en los regímenes totalitarios. Con la diferencia de que quienes lo realizan son poderes, aparentemente ajenos al Estado, como el crimen organizado, y de que esos gobiernos han sido democráticamente electos, sus consecuencias son idénticas: el abandono de sus ciudadanos o de los migrantes a fuerzas que pueden amenazarlos, desaparecerlos, torturarlos y asesinarlos, la fabricación de fosas clandestinas y el miedo. Me parece, en este sentido, que si no estamos frente al totalitarismo, estamos ante una mutación que muy pocos quieren ver y que se ha apoderado del Estado sin más.

Una sociedad de opiniones, casi siempre desinformadas

CIUDAD DE MÉXICO (apro).–Gracias a Internet hoy en día la interacción humana es más cercana, pero la promesa de ser la sociedad de la información parece estar equivocada. Cuando apareció Internet, los medios empezaron a hablar de lo que iba a ser la “sociedad del conocimiento”. Gracias a las tecnologías de la información, las brechas culturas se minimizarían, se tendría un panorama más amplio del saber, etcétera. Pero todo esto no pasó y quien afirme esto ahora se expone al ridículo. Hoy lo que tenemos es una sociedad de opiniones.

No es la primera vez que se critica esto. Ya Umberto Eco decía que Internet le había dado voz a una sarta de estúpidos. Las redes sociales le dan derecho a hablar a legiones de idiotas -decía- que eran los que hablaban en los bares y reuniones, pero no incidían estas opiniones en las sociedades. Hoy se sienten con derecho a hablar como si fuesen líderes de opinión. Y como Eco diría: “esta es la invasión de los necios”.

La escuela soviética de ajedrez

CIUDAD DE MÉXICO (apro).–Todo aquel que ha tenido contacto con el ajedrez, incluso aunque sea de manera casual y temporal, ha descubierto que los rusos, antes soviéticos, eran los más grandes exponentes del juego- ciencia. Por alguna razón el régimen soviético había tomado el ajedrez casi como un símbolo cultural de gran valor para la naciente Unión Soviética y en una veintena de años había alcanzado la madurez suficiente para poco a poco desafiar a las naciones que en esa época eran potencia y convertirse ellos mismos y por muchos años, en los más grandes jugadores de ajedrez que haya conocido el mundo.

Es claro que el desarrollo actual del ajedrez se debe, en la mayoría de los casos, al esfuerzo del gobierno soviético, que permitió el desarrollo del juego de mesa como una actividad pensante, aunque lúdica. De ahí salieron los grandes exponentes, quizá comandados por el “patriarca”, Mijail Botvinnik, que de pronto se mostró como uno de los jugadores más brillantes de su momento histórico.

Proceso, el costo de la independencia

Ciudad de México (Proceso).– En los tiempos de la posverdad (donde se mezclan datos ciertos con falsos para desinformar) que hoy gozan de cabal salud, mantener el rigor informativo a la luz de los principios éticos generalmente aceptados se vuelve todo un reto. En este contexto, Proceso se ha visto envuelto en parte de la discusión pública y, por ello, se difunden verdades a medias y mentiras completas que merecen ser esclarecidas.

Veamos.

El Ejército no tiene compromiso con la verdad

Ciudad de México (Proceso).– Es una constante grave la falta de compromiso con la verdad de las Fuerzas Armadas. No sólo se trata de unas cuantas manzanas podridas que, entre sus filas, se han dejado corromper, o bien, que han incurrido en violaciones abominables de derechos humanos.

El problema más serio es la mecánica de encubrimiento que se ordena, cada vez, desde la más alta investidura. ¿En qué se parecen los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa? En que ambos repiten un esfuerzo político descomunal para ocultar las desapariciones y la masacre.

Libertad de expresión y daños punitivos

Ciudad de México (Proceso).– No existen, en principio, derechos absolutos, acaso el de la vida, en casi todas las sociedades democráticas. El ejercicio de la libertad de expresión, por su parte, si bien es verdad que cuenta con un amplio universo de actuación, también lo es que tiene límites o fronteras. Identificar los alcances legítimos de esa libertad hoy en día es importante cuando se busca introducir la noción de los daños punitivos como una sanción especial en casos en que se vulneran distintos derechos mediante la palabra. Veamos.

Primero. En distintas oportunidades he señalado que la libertad de expresión en sentido amplio o la libertad de expresión en sentido estricto (cuando se refiere a la libertad de emitir juicios, ideas u opiniones sobre cualquier materia) y la libertad de información (que se materializa al emitir hechos que se presumen noticiosos o de interés público) no son absolutos en ninguna Constitución del mundo ni en los tratados o convenios internacionales. El límite de las libertades de expresión e información reside en la protección de otros derechos, generalmente los de la personalidad (vida privada, honor y propia imagen) o bienes jurídicamente protegidos como el orden y la paz pública.

Il gran rifiuto

La frase, que en español significa “la gran renuncia”, pertenece a un verso del canto III del infierno, donde, según Dante, están los cobardes. Alude a un hombre que, al parecer, el poeta conoce. Retomo la traducción de Bartolomé Mitre: “Luego que algunos hube señalado,/ la sombra vi del que cobardemente/ la gran renuncia hiciera de su estado”. Su nombre, sin embargo, se ha perdido. Los especialistas han querido ver en él a Celestino V, el Papa que renunció al pontificado en el siglo XIII. Otros a Esaú, que cambió su primogenitura por un plato de lentejas. Otros más a Poncio Pilato. Sea quien sea, el verso se refiere a lo que la teología llama recusatio: “rechazo indigno de algo que está en nuestras manos hacer”.

La posición que Cuauhtémoc Cárdenas asumió durante la presentación que el Colectivo por México hizo a fines de enero para difundir el esbozo de un proyecto alternativo de nación y un espléndido artículo de José Antonio Crespo, “Cárdenas: oportunidad perdida” (El Universal, 8 de febrero), me lo recordaron.