El delator premiado apesta

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Cuando una sociedad usa tantos términos para referirse a una misma cosa, o a una misma persona, es que el tema nombrado incomoda mucho. Los sinónimos de la palabra delator son prueba de ello: confidente, soplón, traidor, arrepentido, felón premiado, criminal galardonado, colaborador, testigo protegido, informante mercenario.

El delator es un individuo que, en principio, colabora con la justicia para que se haga justicia y, sin embargo, a pesar del bien que puede hacer, se le desprecia igual que al peor de los bichos.

Un Estado criminal

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- En 2011, cuando la guerra desatada por Felipe Calderón contra el narcotráfico comenzaba a llenar el país de sangre, desaparecidos y fosas, las víctimas creamos el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y salimos a la calle. Uno de sus logros, después de largas y extenuantes marchas y de difíciles y dolorosos diálogos, fue la creación de la Ley General de Víctimas (LGV), de su órgano ejecutivo –la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV)–, del Sistema Nacional de Atención a Víctimas (SNAV) y del Fondo de Ayuda, Asistencia y Reparación Integral (FARI).

Por desgracia, todo eso fue destruido con la extinción de su fideicomiso que la mayoría del Senado votó el pasado 21 de octubre. La atrocidad no está tanto en la extinción del fideicomiso, como en la eliminación que con él se hizo de la fracción I del artículo 132 de la LGV que obligaba a la Cámara de Diputados a dotar al FARI con no menos de 0.014% del Presupuesto de Egresos de la Federación (PFE), fondo que ese fideicomiso administraba.

El INE favorece la politización del evangelismo conservador

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- El INE volvió a equivocarse al otorgar registro al Partido Encuentro Solidario. Mientras los reflectores están enfocados en la querella con México Libre, poco se han considerado las consecuencias de una decisión polémica que puede comprometer el comportamiento social y político de las minorías tanto religiosas como seculares. Los consejeros vuelven a otorgar el registro al PES, como en 2014, un partido de corte confesional y conservador. La errónea decisión del Consejo General atenta contra los principios constitucionales del Estado laico contenidos en los artículos 40 y 130 así como en la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.

Como el Ave Fénix, el PES de Hugo Éric Flores regresa de sus cenizas del proceso electoral de 2018, recordemos, cuando no alcanzó el mínimo de 3% de la votación para conservar su registro.

Los justicieros

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- El fin justifica los medios. Esta frase, atribuida a Maquiavelo, forma parte de todos los justicieros. La injusticia, que saben mirar y denunciar en otros, se vuelve en ellos necesidad por la nobleza del fin. Donde hay un justiciero habrá siempre un transgresor que se exculpa y un perseguidor. El jesuita Baltasar Gracián (s. XVII) lo expresó con la claridad que siempre le fue propia: “Todo lo dora un buen fin, aunque lo desmientan los desaciertos de los medios”.

López Obrador y mucha gente allegada a él pertenecen a esa estirpe. Lo sabíamos, pero quedaron exhibidos en esa guerra de lodo mediático que el presidente y la oposición desataron con los videoescándalos. Lo que vimos en uno y otro fueron actos graves de corrupción que merecen ser investigados y castigados a fondo. Pero para los justicieros de la 4T eran de índole distinta. El primero –dinero entregado por el gobierno de Peña Nieto para corromper legisladores–, un acto criminal contra México; el segundo –dinero entregado a Pío López Obrador mediante un operador del gobierno de Chiapas para financiar la campaña política de AMLO–, un acto de patriotismo.

Propaganda y tragedia

Para José Vicente Anaya, custodio de la palabra

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- El nazismo tuvo también sus mañaneras. No las presidía Hitler –había que resguardar la investidura para los momentos de apoteosis–, sino su ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, un genio en esos menesteres.

El Barranco de la Carnicería

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- “Se llama el Barranco de la Carnicería porque antes los robavacas ahí destazaban. Después de eso los de la maña ahí (también) destazaban… fue por eso que se le quedó el nombre.”

El testimonio es de Miguel Ángel Jiménez Blanco, líder comunitario de Guerrero. Él se entrevistó con los integrantes del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI). Fue el primero que señaló, como probable destino de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa, el Barranco de la Carnicería.

Cédulas profesionales: ¿Para qué?

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La campaña mediática contra el colega y compañero de páginas John Ackerman ha puesto en la agenda de la discusión pública el tema de las cédulas profesionales. Hay más confusión que certezas sobre esta figura jurídica, incluso en la comunidad jurídica, razón por la cual merece la pena dejar en claro sus aspectos esenciales. Veamos.

Primero. De entrada es importante precisar la diferencia entre la profesión y el grado académico. La profesión se refiere en general a la licenciatura o a estudios técnicos para cuyo ejercicio se requiere la cédula (como su propio nombre lo dice) profesional; es decir, es una patente para el ejercicio profesional. En ese sentido, la Ley Reglamentaria del artículo 5º Constitucional relativo al ejercicio de profesiones en la Ciudad de México (y sus similares en los estados de la República) precisa en su artículo 24: “Se entiende por ejercicio profesional, para los efectos de esta Ley, la realización habitual a título oneroso o gratuito de todo acto o la prestación de cualquier servicio propio de cada profesión, aunque sólo se trate de simple consulta o la ostentación del carácter del profesionista por medio de tarjetas, anuncios, placas, insignias o de cualquier otro modo. No se reputará ejercicio profesional cualquier acto realizado en los casos graves con propósito de auxilio inmediato.” El grado académico (especialidad, maestría o doctorado, salvo las especialidades en algunas disciplinas como el ámbito médico) no requiere para su ejercicio o su ostentación pública de cédula profesional. En efecto, la conducta sancionada con el delito de “usurpación de profesiones” es la prevista en el artículo 250 del Código Penal Federal (y sus equivalente en los estados con algunas diferencias, pero con similitud en la parte sustantiva de su contenido) que a la letra dice: “Se sancionará con prisión de uno a seis años y multa de cien a trescientos días a quien: II.- Al que sin tener título profesional o autorización para ejercer alguna profesión reglamentada, expedidas por autoridades u organismos legalmente capacitados para ello, conforme a las disposiciones reglamentarias del artículo 5 constitucional: a) Se atribuya el carácter del profesionista b) Realice actos propios de una actividad profesional, con excepción de lo previsto en el 3er. párrafo del artículo 26 de la Ley Reglamentaria de los artículos 4o. y 5o. Constitucionales. c) Ofrezca públicamente sus servicios como profesionista. d) Use un título o autorización para ejercer alguna actividad profesional sin tener derecho a ello. e) Con objeto de lucrar, se una a profesionistas legalmente autorizados con fines de ejercicio profesional o administre alguna asociación profesional”. Como se puede observar se refiere a una profesión, no a un grado académico.

La puerta se abrió

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Hace más de 10 años le propuse a Carlos Monsiváis compilar los varios ensayos acerca de la diversidad sexual que había publicado en la revista Debate feminista. Cuando le llevé la selección le gustó tanto que enseguida le puso el título ‘Que se abra esa puerta’. A Carlos Aguirre, el artista plástico que engalanó las portadas de la revista durante los 25 primeros años, le pedí que hiciera una propuesta de portada para enseñársela a su tocayo. Aguirre se inspiró en la imagen de Bob Dylan que realizó Milton Glaser: un perfil oscuro con los pelos alborotados a colores. ¡A Monsiváis le encantó! Ya sólo faltaba el prólogo que él mismo quería escribir. Hablé con él un día después de su operación y estaba contento, pues parecía que había salido bien. Me dijo que pondría manos a la obra saliendo del hospital. “Espérame una semana”. Al día siguiente se complicó su cuadro pulmonar y lo demás ya es historia.

No obstante el impacto que me causó su muerte, me quedé con el compromiso de sacar ese libro que refleja uno de sus activismos más sólidos y sentidos. Busqué entonces a Alejandro Brito, su compañero un largo trecho de su vida y con quien compartió muchas de las batallas contra la homofobia y a favor del respeto a la diversidad sexual. Alejandro era la persona idónea para retomar el prólogo que Carlos ya no llegó a escribir. El libro vio la luz en octubre de ese mismo año, tres meses después de que Carlos nos dejara.

Evangelio y poder

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- La característica que más me desconcierta de López Obrador es su capacidad de mezclar el Evangelio con el poder, de sumar –usemos su lenguaje dicharachero– peras con manzanas y pretender que suman algo.

El Evangelio es la antítesis del poder. Es su negación: Dios que renuncia a sí mismo para nacer en un establo y morir aplastado por el poder. Es la afirmación de un acto inmenso de libertad y un llamado al amor, que siempre es débil, que siempre es pobre. Allí, según él, radica la justicia.

Presidente piromaníaco

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Protestas, automóviles incendiados, periodistas arrestados, la Casa Blanca con las luces apagadas y Donald Trump atrincherado en un búnker oculto. Y la imagen más impactante de todas: miembros del Ejército estadunidense parados frente al Memorial erigido en nombre de Abraham Lincoln, el presidente que acabó con la esclavitud y por ello pagó con su vida. Uniformados, amenazantes, impidiendo el paso al recinto donde está grabado el discurso más famosos que pronunció –el de Gettysburg– en plena Guerra Civil, luego de cientos de miles de muertos. “Que esta nación tendrá un nuevo nacimiento de libertad y que el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo no perecerá de la tierra”. Palabras y aspiraciones hoy puestas en duda por un presidente que ha gobernado polarizando y dividiendo y destruyendo. He ahí los resultados: Estados Unidos en llamas y gobernado por un piromaníaco.

No es la primera vez que el descontento social se vuelca a las calles para reclamar, para manifestar su insatisfacción con el statu quo y buscar cómo cambiarlo. Basta recordar la turbulenta década de los sesenta: los asesinatos de John F. Kennedy, de Bobby Kennedy, de Martin Luther King. Los motines en muchas ciudades y múltiples universidades. La lucha –muchas veces violenta– por los derechos civiles. Las manifestaciones multitudinarias contra la Guerra de Vietnam. Batallas de sangre y fuego, muertos y heridos. Pero aun en los momentos más turbulentos de esa era, siempre hubo rutas institucionales de salida. El Partido Republicano y el Partido Demócrata lograron ponerse de acuerdo para firmar el Acta por los Derechos Civiles y hubo un acuerdo bipartidista para destituir a Richard Nixon. Había posibilidad de pactos, de negociación, de bomberos bipartidistas para apagar el fuego.