Héctor Tajonar MÉXICO, D.F., 30 de mayo (proceso).- La incipiente democracia mexicana enfrenta una creciente degradación política provocada por un sistema de partidos corrupto y disfuncional, un gobierno que intenta restaurar su hegemonía, unas autoridades electorales cuya imparcialidad e independencia están en duda y un duopolio televisivo promotor de la inmune franquicia verde. Los comicios del 7 de junio son una oportunidad para castigar a los responsables de esa regresión.
Una forma de hacerlo es mediante el voto nulo, expresión racional del rechazo a la ubicua descomposición de la casta gobernante que urge frenar y revertir. A diferencia de la abstención, un voto nulo es la manifestación de una ciudadanía democrática y participativa que exige un cambio de fondo en la manera de concebir y practicar el arte de gobernar. Es una protesta frontal contra una partidocracia voraz y ayuna de ideas, coludida entre sí para proteger sus prebendas, así como la corrupción a gran escala de sus respectivos gobernadores, legisladores y líderes.