CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- El presidente se ve exultante, montado sobre la camioneta de las Fuerzas Armadas mientras recorre la base militar de Santa Lucía. A su lado, acompañándolo, están los titulares de la Secretaría de la Defensa, la Secretaría de Marina y la Secretaría de la Función Pública. Sonríe, saluda, y anuncia que en unos días se colocará la primera piedra del nuevo aeropuerto ahí. La fotografía que consagra el momento para la posteridad también refleja todo lo que está mal con el proyecto y por qué preocupa tanto su realización. Santa Lucía tiene serias deficiencias que no han sido lo suficientemente discutidas, analizadas y tomadas en cuenta por un gobierno que presume el aeropuerto como una magna creación. Ejemplifica errores que ya se cometieron y fueron costosos. Engloba la mala manera de planear y ejecutar la obra pública. Evidencia cómo el gobierno se equivoca y acaba pasándoles la factura a los ciudadanos.
Desde el momento en que se propuso como alternativa, los problemas eran evidentes y fueron señalados una y otra vez. Lo hizo el centro de investigación Mitre, que asesora a diversos organismos y autoridades de aviación. Lo hicieron las aerolíneas nacionales y extranjeras que utilizan el aeropuerto actual. Lo subrayó la Asociación de Pilotos Aviadores de México. Generaría una innecesaria complejidad en cuanto a operación y podría resultar en el “embotellamiento” del tráfico aéreo, sin resolver la saturación del actual sistema aeroportuario. La viabilidad de operación simultánea con el aeropuerto actual no ha sido probada y se ha quedado en un simple plan conceptual. La orografía de la capital mexicana no se presta a dos aeropuertos y la comparación con ciudades como Nueva York ni es válida. Y ese sólo es el principio.