Elecciones 2019: las viejas formas de… Morena

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Dicho con frecuencia, hasta convertirse en lugar común, en Morena no sólo hay expriistas, sino una cultura política heredada que suele expresarse en coyunturas propicias a la polémica, sin que hasta ahora tenga mayor consecuencia, pues el partido tiene a su favor el bono electoral del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Con las elecciones que se celebrarán el próximo 2 de junio en siete entidades, entre las que destacan Baja California y Puebla (por elegir gobernador), la reedición de fórmulas de control quedó expuesta. Se trata de la simulación democrática interna –más o menos inherente a todas las fuerzas políticas– en el partido a cuya dirigencia se aferra Yeidckol Polevnsky.

Buenas intenciones, malos modos

Denise Dresser

CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Imagínense el siguiente escenario. Después de los sismos de septiembre 2017, el candidato del PRI, José Antonio Meade, anuncia la creación de un fideicomiso para ayudar a los damnificados. El fondo privado es incorporado por personajes que simpatizan con el priismo, y tiene la misma dirección legal que la sede del partido. A ese fondo llegan múltiples aportaciones en efectivo por parte de personas no identificadas, incluyendo sumas que sobrepasan lo permitido por la ley. También llegan fondos de parte de empresas, lo cual está prohibido. El fideicomiso comienza a operar pero no le informa a la autoridad electoral los ingresos que recibe, y tampoco explica los egresos. El fideicomiso reparte una porción significativa de lo recaudado en efectivo, vía militantes o candidatos del PRI. Cuando surgen interrogantes en torno al comportamiento del fideicomiso, la reacción inicial del PRI es argumentar que como es un ente privado, no está sujeto al escrutinio de la autoridad electoral.

El Cisen: Inteligencia de Estado… que no fue

Erubiel Tirado / CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- En el principio… fue necesidad de Estado. El Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) fue la respuesta necesaria para apartarse de tajo de la corrupción y la gobernanza criminal que entre 1947 y 1985 reinó en el país dejando una estela de asesinatos, desaparecidos y de prácticas represivas con una subcultura de cooperación de cañerías con otros organismos civiles y militares de aquí y de Estados Unidos. El origen del Cisen fue un parteaguas (tardío) de la modernidad política del sistema político mexicano. Nace apartándose de la degradación de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), que desaparece en 1985 como resultado de su descomposición como policía política (dis)funcional, al servicio del presidente y/o del secretario de Gobernación en turno… Luego de un periodo de transición (1985-1989) nace el Cisen con la aspiración legítima de conformar un servicio civil de inteligencia que sirviera a los intereses del Estado mexicano (ver artículo de Jorge Carrillo Olea, La Jornada, 23 de febrero de 2018).

Ascenso de la inteligencia… y caída por oportunismo e ignorancia. Para efectos de análisis aproximado, la vida del Cisen puede dividirse en dos grandes periodos. El inicial (1989-2000), que procura una profesionalización del servicio de inteligencia civil con un marco regulatorio basado en las decisiones y la confianza discrecional del presidente en turno. Aunque, hay que decirlo, no dejó del todo prácticas de colaboración en la represión selectiva del régimen, cierta militarización del organismo o el vaivén de la cooperación, con resultados satisfactorios en términos generales, con Estados Unidos.