MADRID (Proceso).- La detención del rapero Pablo Hasél detonó una serie de manifestaciones en diversas ciudades españolas, de las que algunas derivaron en disturbios y excesos policiales pero que, sobre todo, pusieron en evidencia el profundo malestar y la creciente inconformidad en la juventud española, que enfrenta la precariedad y la falta de oportunidades, acentuadas por la pandemia del covid-19, y que repudia el recorte de libertades con los llamados “delitos de opinión” –considerados regresivos– contenidos en el Código Penal.
Hasél fue detenido el lunes 15 e ingresado en prisión para cumplir una condena de nueve meses por los delitos de enaltecimiento al terrorismo e injurias a la Corona, por una canción que subió a YouTube y por 60 tuits. Antes había enaltecido a ETA (que cesó su actividad armada en octubre de 2011), a los GRAPO (desaparecidos en 2007), a Terra Lliure y a Al Qaeda, pero se le condenó, sin embargo, por su canción Juan Carlos el Bobón, que dice: “Apuntaba maneras cuando mató a su hermano Alfonsito” y que acusa al rey emérito de dilapidar dinero público y ser “heredero de Franco”.