CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En estos tiempos aciagos y tristes que estamos viviendo, sólo faltaba que Chaneca se muriera. No fue de covid. Fueron sus 92 años y una serie de complicaciones las que terminaron con la vida de una mujer que fue una luz para todas las personas que estuvieron cerca de ella.
La conocí en 1971, cuando entré a trabajar como redactora para ella, la directora creativa de McCann Erickson y Stanton y una de las publicistas más exitosas. Hice todo para ser su amiga y logré ingresar a su círculo cercano. Su casa era un lugar de encuentro maravilloso, donde siempre había abundancia de todo: afecto, discusión política, comida deliciosa. Era pródiga y desprendida.
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