Por Javier Betancourt
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La directora holandesa Halina Reijn acota su película con dos orgasmos femeninos, el primero fingido y real el segundo; independientemente de la complejidad psicológica, es claro que el contraste orienta el sentido hacia una conquista íntima femenina, pues ocurre que Romy (Nichole Kidman), directora ejecutiva de una compañía de robótica en Nueva York, parece poseer todo lo que una mujer moderna se supone debe desear: éxito en su carrera, poder profesional, un marido inteligente, comprensivo y creativo, el director de teatro Jacob (Antonio Banderas), además de un par de encantadoras hijas adolescentes, sin que haya experimentado un clímax sexual en todos los años de su matrimonio.
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