CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Una vez más surgió, espontánea, la solidaridad de los mexicanos. Y otra vez las manos anónimas no esperaron la orden para ayudar. Decenas de mujeres y hombres se dieron a la tarea de sacar escombros de escuelas, casas y edificios que se derrumbaron, para auxiliar a las personas que quedaron atrapadas.
En las esquinas se apostaron varios más para dirigir el tráfico, que alrededor de las cuatro de la tarde era un caos. “¡Pásele rápido!”, gritaba una jovencita a los transeúntes que como ríos cruzaban Insurgentes y el eje 7 sur buscando la manera más rápida de llegar a sus hogares, mientras los policías ayudaban a las personas que bajaban del Metrobús lleno hasta el tope.
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