MÉXICO, D.F., (apro).- Por muchos años me he topado con gente que dice jugar bien al ajedrez. Pronto me retan a una partida y se demuestran como principiantes. No se dan cuenta incluso de lo mal que juegan realmente y piensan -ingenuamente- que bastaría con dedicarse un poco más a estudiar el juego para así tener el desempeño de un gran maestro.
La realidad es, desde luego, diferente. Un gran maestro ha dedicado infinidad de horas frente al tablero. Su trabajo ajedrecístico es constante y se compara probablemente con el trabajo que hace un músico en el día a día.
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