CIUDAD DE MÉXICO (apro).- En México no puede haber tema más urgente que la seguridad y la tranquilidad de quienes lo habitamos. Vivimos la peor crisis en derechos humanos que haya conocido el país desde la Revolución de hace un siglo. Aquella fue una violencia política y social. Ésta, económica, en la que se disputa el lucrativo mercado de las drogas.
El territorio se ha convertido en codiciadas rutas para el trasiego, miles de jóvenes en sicarios desechables, y la población en rehén de los grupos delictivos que actúan al amparo, indolencia y subordinación de representantes del Estado.
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