CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La indiferencia es el peor mal de la humanidad, dijo Maximiliano Kolbe en pleno siglo XX. Kolbe, franciscano que dio su vida para salvar la de otro con esposa e hijos, en Auschwitz. Hoy en los comienzos del XXI, continúa ese mal en el que anidan el desprecio, la ausencia de reconocimiento del otro y de conciencia. Desprecio por los ancianos, abandonados en tantos lugares para que, en aras de la economía, se sirvan morir a manos del virus, según idea del vicegobernador de nuestra otrora Tejas -que emula lo dicho hace años por el ministro japonés Taro Aso. Tenebrosa, perversa idea esa, enemiga de la razón, no propia de humanos.
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