CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Desde la explosión de la violencia en México, se había insistido en que la delincuencia organizada no estaba interesada en el control político, que lo suyo era mantener las redes de protección para su negocio ilícito, independientemente del partido que ganara las elecciones.
El proceso electoral de este 2018 ha venido a demostrar la ingenuidad de esa interpretación, a pesar de tener a la mano los espejos de Colombia e Italia, donde el narcotráfico y la mafia han intervenido los procesos electorales.
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