Después de Ayotzinapa, el terror interminable

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Aún no ocurrían los operativos policiacos contra maestros disidentes en Oaxaca y Chiapas (en junio), ni su extensión a los pobladores que los apoyaban en la sangrienta jornada de Nochixtlán, pero la estadística dejaba ver que las violaciones a los derechos humanos de quienes se dedican a defenderlos se mantenían como parte de una espiral represiva iniciada en el sexenio de Felipe Calderón, aunque nunca tan radical y dispuesta a asumir los costos políticos como ocurrió a partir del 1 de diciembre de 2012.

Cada año las organizaciones Acción Urgente para Defensores de Derechos Humanos, Campaña Nacional contra la Desaparición Forzada y el Comité Cerezo México, emiten el único informe que documenta –con nombre, fecha y lugar– la represión contra dirigentes sociales y defensores de derechos humanos en el país.



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