CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Los cancilleres de Alemania, Eslovenia y la República Checa caminaron muy serios al lado de Benjamín Netanyahu quien, por el contrario, sonreía al mostrarles los estragos de uno de los proyectiles lanzados por Hamás en Tel Aviv el pasado 19 de mayo. El recorrido no incluyó la visita a los sitios impactados por la artillería israelí en Gaza, a fin de que los enviados de esos países tuvieran una visión completa de lo sucedido y vieran las más de 16 mil viviendas dañadas, los 800 edificios destruidos junto con las 300 instalaciones esenciales. No es casual, porque los 27 países de la Unión Europea nunca han logrado un consenso para hacer un llamado enérgico para deponer las armas a ambos bandos de una guerra que causó tantas muertes.
Un acuerdo del cese del fuego llegó al día siguiente por la mediación de Egipto y la influencia de Catar. La guerra de 11 días pudo esperarse, pero no la virulencia que alcanzaría. Fue el costo del impasse que ha prevalecido en los últimos años por el aggiornamento palestino, que dejó de ser importante para los países árabes; por los acuerdos de Abraham se permitió a Baréin, Emiratos Árabes e incluso Arabia Saudita avanzar en el establecimiento de relaciones con Israel, con la renuncia explícita a mantener en sus agendas la causa palestina, para enfocarse en sus propios problemas.
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