MONTERREY, N.L. (apro).- El viejo Thomas y el joven Ephraim se encuentran en una misión laboral en un faro anclado en un islote, rodeado de tormentas y nubarrones en la costa este de Estados Unidos. Es el siglo XIX y los medios de comunicación y transporte son rudimentarios.
En ese inhóspito territorio formado por piedra volcánica los dos se tienen únicamente uno al otro y deben mantener funcionando la iluminación que guía a los marineros en las noches. No hay entretenimiento, no hay música, no hay nada. Lo que prevalece es un angustioso silencio y un ominoso paisaje gris, lleno de olas que golpean violentamente a sus pies.
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