Por David Ernesto Pérez
CABAÑAS, El Salvador (apro).- Darío Escobar Laínez regresó cansado, sudoroso e incómodo a su casa en el cantón San Antonio, en la zona paracentral de El Salvador. Desde las ocho de la mañana hasta casi las dos de la tarde esperó que los médicos del sistema de salud público terminaran de atender a Milagro Cerritos, su cónyuge, cuya diabetes empeoró desde que supo que María Senaida Escobar Cerritos, la última hija que procrearon juntos, fue asesinada de un tiro en la frente en México mientras viajaba indocumentada hacia California, Estados Unidos.
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