MÉXICO, DF (apro).- Si el homicidio de la alcaldesa Gisela Raquel Mota hubiera ocurrido en una población francesa o norteamericana y no en Temixco, Morelos, seguramente el primer mandatario Enrique Peña Nieto habría reaccionado de manera mucho más rápida.
La indolencia y el silencio del gobierno federal frente a este crimen –que ha vuelto a conmocionar a la opinión pública nacional desde el 2 de enero de 2016– y la disputa mediática entre el recién estrenado alcalde de Cuernavaca el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco y el gobernador Graco Ramírez sobre el tema del “mando único” policial en Morelos son una demostración de la pésima decisión oficial de ignorar los temas más conflictivos de la actual crisis de seguridad pública y de respeto a los derechos humanos que vivimos en el país.
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