El viaje de Dominga a Nueva Jersey

OAXACA, Oax. (apro).- Dominga ya se había hecho a la idea de que nunca más vería a su hija Paulina. Entre sollozos y agobiada por dolor e invadida por la soledad, llegó un momento en que se incluso despidió: “Ya sé que no puedes venir, aunque sea que te manden decir que ya me enterraron”.

Por un segundo, la mirada de Dominga se humedeció, pero contuvo el llanto. Su diminuto cuerpo se contrajo, se hizo todavía más pequeño sobre la silla del salón de juntas de la gubernatura sólo de imaginar que va a viajar en avión para reencontrarse con su hija, a quien no ve desde hace 20 años.



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