Evangelio y poder

La característica que más me desconcierta de López Obrador es su capacidad de mezclar el Evangelio con el poder, de sumar –usemos su lenguaje dicharachero– peras con manzanas y pretender que suman algo.

El Evangelio es la antítesis del poder. Es su negación: dios que renuncia a sí mismo para nacer en un establo y morir aplastado por el poder. Es la afirmación de un acto inmenso de libertad y un llamado al amor, que siempre es débil, que siempre es pobre. Allí, según él, radica la justicia.



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