CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Confieso que la decisión más difícil que enfrenté ante el libro de Felipe Calderón, Decisiones difíciles, fue sentarme a leerlo. El protagonismo político, público, partidista y tuitero de Calderón me produce escozor. Soy de las que piensa que el papel de quienes ya dejaron la silla presidencial debe ser otro. Regresar a la academia y al análisis de los grandes temas globales al estilo de Ernesto Zedillo, o volver al activismo y a la tarea de empoderamiento cívico al estilo de Barack Obama.
Entender que ya tuvieron la oportunidad de ejercer el poder y después la incidencia debe ser de otra manera. Pero el texto de Calderón revela a un rottweiler político que se rehúsa a abandonar el ruedo. Es un animal político desacostumbrado a la desatención. La quiere, la necesita, la anhela. Por eso su promoción de la candidatura presidencial de Margarita Zavala. Por eso sus perennes pleitos tuiteros. Por eso la creación del partido México Libre. Y por eso la publicación de un libro cuyo objetivo central es argumentar que fue mejor presidente que Andrés Manuel López Obrador.
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