GUADALAJARA, Jal., 28 de julio (proceso).- A Germán Sánchez el gusto por los clavados se le manifestó desde que tenía tres años. Durante un paseo familiar en Tenacatita, bahía de la costa del Pacífico ubicada a unos 300 kilómetros de esta ciudad, chapoteaba en un río cuando de pronto se subió a uno de los lavaderos de piedra donde las mujeres tallan la ropa y se lanzó al agua con los pies en punta perfecta. Su padre no podía creerlo. Le pidió que repitiera el salto y el chamaco lo hizo.
En otra ocasión, en la alberca de la Unidad Deportiva López Mateos, Germán, entonces de seis años, le pidió a su papá que lo subiera en sus hombros para tirarse desde esa altura. La salvavidas se asombró cuando vio las piruetas del niño y sugirió que lo llevaran al Code (Consejo Estatal para el Fomento Deportivo), pues era evidente que tenía talento para los clavados.
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