CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Las protestas contra el gasolinazo confirman que México es hoy una nación invertebrada. De un lado, un gobierno ortodoxo que desestima la irritación social y, peor aún, que la exacerba queriendo sacar ventaja política. Del otro, una sociedad desarticulada que a pesar de las afectaciones, su protesta se atomiza en distintos intereses.
Desde la perspectiva de los economistas gobernantes, la liberalización del precio de los combustibles es algo más que los mexicanos pueden aguantar. Apuestan a que las protestas no pasarán de eso y se anularán con la operación de las empresas estadunidenses.
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