LONDRES, 10 de enero (apro).- “Estar desempleado destruyó mi confianza y me hizo sentir un fracasado. La situación empeoró tanto que casi ni salía de casa, me pasaba el día sentado frente a la televisión o en la cama, sumido en una profunda depresión. En poco tiempo comencé a volverme muy crítico de mis habilidades y eso desembocó en tendencias suicidas”, cuenta a Apro el escocés Steve Hardie, de 28 años.
Nacido en la humilde localidad costera de Arbroath, frente al Mar del Norte, Hardie comenzó a sentir los efectos del llamado desempleo crónico ante la falta de posibilidades laborales en su ciudad, y luego de haber optado por no estudiar en la universidad.
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