Humor y política

Ciudad de México (Apro).– Acabamos de celebrar el año nuevo, un acontecimiento que se enmarca en la festividad de la Navidad que concluirá el 6 de enero. Más que ésta, la de fin de año está puntuada por el deseo y la alegría desmedida de que el año que se inicia arrasará con los males de ayer y será mejor. Hay, sin embargo, en el fondo de ese jolgorio que frisa la trivialidad, la huella de una virtud: el humor. Quizá la tendencia a confundirlos sea una de las causas de muchos de los males que padecemos y que, pese a nuestros buenos deseos, se agravarán.

El humor no es la fugaz algarabía que nos saca de nosotros mismos y cuando concluye nos arroja de nuevo a las angustias y sinsabores de lo real, a la seriedad de la vida, sino un estado profundo del alma que Jankélévitch define como “la cortesía de la desesperanza”.



Adquiere una fotografía para ilustrar esta nota aquí