MÉXICO, D.F., 11 de febrero (proceso).- Al menos tres lecciones se pueden sacar del proceso interno del PAN para elegir a su candidato a la Presidencia de la República: una, las prácticas de manipulación de la voluntad del electorado están muy presentes en México; dos, dichas prácticas tienen efectos limitados, es decir, rinden frutos en contiendas muy reñidas y/o con un número reducido de votantes; y tres, hoy por hoy, los candidatos únicamente pueden aspirar a ganar si realizan una buena campaña y cuentan con una buena estructura electoral.
Aunque en el 2005, cuando eligieron a Felipe Calderón su abanderado para buscar la Presidencia, los panistas ya habían mostrado (como los perredistas y priistas en las elecciones de sus dirigencias en 1999 y 2002, respectivamente) que ellos también recurrían a las tradicionales prácticas de manipulación (compra y coacción de votantes, inflado de los padrones, acarreo de electores, etcétera), en esta ocasión diversos medios recolectaron evidencias de las mismas que los dirigentes blanquiazules ya no pudieron negar y sólo trataron de minimizar.
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