CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Bea Cármina, autora de La aguja del iceberg, construye una obra compleja y delirante que Luis Ayhllón refuerza con su visión estridentista y extrema para extrapolar los comportamientos y las relaciones que se alejan del realismo y tienen que ver más con otra manera de percibir la realidad.
Es una familia que se encuentra en su punto de quiebre. Los esposos se gritan y recriminan, al mismo tiempo él toca un instrumento que es un rechinido producido con un metal y su frotación, y ella se obsesiona con coleccionar zapatos y temerle a los signos de interrogación. Ambos han perdido los estribos, no se escuchan ni se atienden. Cada uno colocado en su mundo con un océano de distancia, un océano llamado hija a la que se refieren como parte del motivo de su separación.
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