Agustín Basave
CIUDAD DE MÉXICO (proceso).-. Quien gobierna sin arrojo y firmeza, sin seguridad y confianza en sí mismo, gobierna mal. Al gobernante timorato lo domina la debilidad; nunca se siente seguro de haber tomado la mejor decisión porque no confía en su intuición ni en su raciocinio. A la primera crítica, a la menor presión, recula. Vive agobiado por el temor a equivocarse, y su flaqueza lo torna errático y maleable. Suele ser, por lo demás, incapaz de enfrentar adversidades. Lo arredran los nubarrones, lo dobla la ventisca y lo quiebra la tempestad.
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