CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Andrés Manuel López Obrador erigió una valla y el feminismo la transformó en un memorial. El presidente construyó un “muro de paz” y las mujeres evidenciaron la guerra en su contra, con nombres, con pintas, con flores. El país herido, ahí. El país doliente, ahí. El país inequitativo, ahí. Cuando AMLO afirma que “esto es nuevo” se equivoca. La lucha por los derechos no es de ahora; no comenzó como un movimiento personalmente adversarial y continuará después de que él deje Palacio Nacional. La pelea por un México donde ser mujer no signifique vivir con miedo, persistirá. La lucha por un México donde ser mujer no signifique ganar menos que el hombre sentado a tu lado, prevalecerá. La cruzada para que las voces históricamente silenciadas sean escuchadas, será asumida por nuestras hijas y por nuestras nietas y por todas las que vienen detrás.
Seguiremos aquí, una marea verde y morada de humanidad, de mujeres con el deseo de marchar, participar, confesar, exigir, ser tomadas en cuenta. No como cómplices de una “conspiración conservadora”, sino como personas libres cuya libertad aún no es reconocida. Hoy él es el blanco por su actitud desdeñosa, por su postura descalificadora, por cómo prefiere ganar elecciones a defender principios. Pero los reclamos que hacemos y las banderas que enarbolamos lo trascienden. Exigimos que rompiera el pacto patriarcal que tantos defienden porque creíamos que –al menos en este tema– demostraría ser de izquierda progresista. Pero ha demostrado que no lo es. La candidatura de Salgado Macedonio sólo refuerza ese pacto, basado en los silencios recíprocos, en la membresía al club de los machos y los misóginos.
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