La maquinaria de guerra ya estaba engrasada y fue imposible detenerla

ESTAMBUL (Proceso).– Hace 20 meses Rania tuvo que buscar refugio en las montañas. Esta maestra de la localidad de Jindires y cientos de sus vecinos se resguardaron en las cuevas de las alturas para evitar los bombardeos de los cazas turcos que castigaban las localidades del cantón de Afrin –en la esquina noroeste de Siria–, empeñados en destruir lo que consideraban un nido de “terroristas”.

Las tropas de Turquía y sus aliados de las milicias árabes tardaron pocas semanas en tomar el control del cantón y Rania tuvo que huir hacia el este, recogiendo apenas lo imprescindible para el viaje. Atrás quedaron su casa, sus pertenencias y sus recuerdos de toda la vida. Se estableció en Kobani, localidad bajo control de las milicias kurdo-sirias en el norte de Siria y junto a la frontera turca.



Adquiere una fotografía para ilustrar esta nota aquí