IUDAD DE MÉXICO (apro).-Desde que el ajedrez se volvió un juego de mesa popular, asunto que ocurrió probablemente alrededor del año 1475, el poder registrar las partidas ha sido un tema que –desde luego– hoy en día está más que resuelto. La idea es conservar cómo se jugó una partida de ajedrez completa. Los primeros ajedrecistas que quisieron hacer este registro notaron que se podía usar una especie de sistema que describiría las jugadas en el tablero. Y entonces los primeros libros de ajedrez tenían largas descripciones de los movimientos que ocurrían en las partidas. Pero esto tenía dos dificultades: por una parte eran largas y tediosas las explicaciones para saber qué pieza se había movido a qué casilla y dos, había una dependencia con el idioma en el que se hacía esta descripción.
Cientos de años después, nació una notación abreviada, llamada “notación descriptiva”, la cual funcionaba de la siguiente manera. El tablero lo envían –los jugadores– desde su propia perspectiva. Así, las blancas contaban las filas empezando por la primera (donde se encontraban las piezas propias), la segunda (donde estaban los peones blancos), la tercera, y así hasta llegar a la séptima (donde estaban los peones negros) y la octava (donde estaban las piezas negras). Pero para el conductor de las negras la cuestión era así, la primera fila era donde estaban las piezas, negras, la segunda (donde estaban los peones negros) y así hasta llegar a la séptima fila (donde estaban los peones blancos) y la octava (donde estaban las piezas blancas –al iniciar la partida).
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