Laboratorio contra el olvido

CUAUHTÉMOC, CHIH. (proceso).– La señora Iralia Gutiérrez tirita de angustia. Incontenible es la tembladera de sus manos cuando revisa ese informe que revela el paradero de su hijo Amir, donde aparecen fotografías que exhiben nueve sobres y otras de su interior: fragmentos de huesos, de huesos calcinados. Son los remanentes, explica refiriéndose a los pedazos que quedaron de su hijo –“era mecánico y muy buen papá”–, quien desapareció en 2011 y hoy, se sabe, fue quemado en un rancho.

Iralia acaba de salir de una discreta sala de la fiscalía estatal donde unos peritos le entregaron los sobres con las fotografías y le permitieron abrirlos. Con guantes en las manos y tijeras cortó delicadamente las envolturas y sacó esos huesitos que miden centímetros y pesan escasos gramos. Los colocó sobre una tela, fue tocándolos amorosamente, uno por uno, como cuando acariciaba a su hijo. Se derrumbó en llanto durante esta última caricia.



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