CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Escribo este lamento por un hecho trágico que es obligado abordar, aunque sea sucintamente por ahora. Lo escribo porque nada de lo humano nos es ajeno, como dijo una vez en la antigua Roma, Publio Terencio.
Escribo indignado por la traición del gobierno de Estados Unidos al pueblo de Afganistán, en especial a sus valerosas mujeres que ya disfrutaban de libertad y reconocimiento por la presencia militar estadounidense.
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