CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Las elecciones del 6 de junio han generado diversas lecturas donde hay consenso en la idoneidad de que se celebraran en un ambiente de paz y con una razonable organización que permitió al electorado ejercer su derecho al voto. No hay, empero, consenso en las lecciones que han dejado esas elecciones. La polarización sigue gozando de cabal salud tras las comicios y cada quien cuenta e interpreta la historia a la luz de sus propios intereses y prejuicios que predominan sobre los datos que se puedan verificar y será difícil que ello suceda por el componente socio-psicológico de un ejercicio de esta naturaleza y la dificultad de alcanzar, en la medida de lo posible, un rango de razonabilidad por lo menos en el análisis, siempre, empero, subjetivo, cuya tarea habría que hacer con conciencia de esas limitaciones. Veamos.
Primero. Los escenarios del denominado “carro completo” no se dieron para ningún bando. Ni para Morena ni para sus opositores. Morena según los datos preliminares oficiales obtuvo el triunfo en la mayoría de las gubernaturas en juego, así como en los congresos locales, lo que no es poca cosa. La oposición en conjunto o separada obtuvo triunfos inéditos como el de Nuevo León por Movimiento Ciudadano o la Alcaldía Cuauhtémoc en la Ciudad de México donde Dolores Padierna –una mujer comprometida con las causas populares y brillante– fue vencida en las urnas por un margen que hubiera sido muy difícil casi imaginar hasta hace algunos días. De igual forma, a nivel municipal la marca de Morena no alcanzó como el caso específico, a vía de ejemplo, de Alfonso Martínez Alcázar –un empresario preparado y quien ha gobernado ya con un toque de eficacia con interés público su municipio– quien ganó las elecciones de Morelia, Michoacán, bajo las siglas PAN-PRD, después de haberlo hecho dos trienios antes como el primer candidato independiente en lograr esa proeza.
Adquiere una fotografía para ilustrar esta nota aquí