BERLÍN, 2 de abril (proceso).- “¿Por qué miente uno””, pregunta incisivamente el obispo protestante al niño en una perturbadora escena de Fanny y Alexander, película de Ingmar Bergman de 1982. Alexander, de unos 11 años, se ve amedrentado. Su padre ha muerto un año antes. A sus pies el suelo se resquebraja.
El obispo, altivo e intimidante, ha llegado hasta la mansión de verano de la familia para reconvenir al chico por su imaginación frondosa. Pero sobre todo para aparecer ante los ojos de la madre “””esa hermosa viuda a quien corteja””” como un hombre dispuesto a asumir el papel de padre de los niños Fanny y Alexander. Muy pronto el sadismo moral del religioso convertirá la vida de la mujer y sus hijos en un infierno.
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