Nada es familiar en un mundo que se ha vuelto estrecho y ajeno.
Todo lo que creíamos estable y predecible parece ahora enmarañado y amenazante. No es posible ya interactuar con la familia o los amigos cara a cara, ni menos abrazarlos o tocarlos, y las rutinas, códigos y hábitos a que nos habíamos acostumbrado ya no sirven para navegar el día a día.
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