MÉXICO, DF, 14 de mayo (proceso).- Tuvo que cambiarse la sede para recibir al escritor Vicente Leñero como miembro número XXXVIII de la Academia de la Lengua Mexicana: en lugar de la encerrada Sala Manuel M. Ponce se optó por el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, que la noche cálida del jueves lució repleto de un público que a lo largo de dos horas siguió la ceremonia puntualmente. Y que rompió su solemnidad cuando tanto el autor de Los albañiles como su colega periodista Miguel Angel Granados Chapa –encargado de contestar su discurso–, soltaron algunas ironías y recurrieron a la anécdota y al humor.
Algo más trastocó el aire aparentemente docto que la gente se hace cuando escucha el nombre de Academia Mexicana de la Lengua, y ese fue el propio discurso de Leñero, quien no hizo disquisición alguna en torno al lenguaje correcto o incorrecto, sino más bien centró la temática en la realidad teatral mexicana, para lo cual hizo un repaso histórico desde el siglo XIX. Y todo ello para apuntar dos realidades: la primera, el embate que sufrió el texto de autor teatral de manos de los directores de escena hacia finales del siglo pasado, y la segunda, su consecuencia actual, el renacimiento de ese mismo autor encarnado en una nueva dramaturgia que ya se aloja en las recientes generaciones, más empeñadas también en la búsqueda, como lo hacen sus colegas cineastas, de las propias historias de la realidad nacional, “sin chauvinismos”.
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