CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Para la sociedad racista de los Estados Unidos, a mediados de la década de los cincuenta, ser negro, homosexual y amante del Rock & Roll era un pecado, y Little Richard (Ricardito para los mexicanos) poseía las tres “agravantes”, por entonces, al menos para el hombre blanco, “políticamente correctas”.
Sin embargo, el bombazo onomatopéyico “¡A-guabapulúba/ aguapbam-búm!” al comienzo de la rola “Tutti Fruti” que estalló desde su garganta y pulmones –cuya letra tuvo que cambiar en 1955 porque la original invitaba al sexo anal–, convenció incluso al todavía güerito Elvis Presley (Tupelo, 1935-Graceland, 1977) para grabársela y proclamarse como el “indiscutible” Rey del Rock & Roll.
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