CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- Vestía ropas modestas y ostentaba una actitud resuelta cuando, a los 23 años cumplidos, se presentó ante el director del Instituto Nacional Indigenista (INI), Ignacio Ovalle Fernández, en la Ciudad de México.
Era mediados de 1977 y llegaba con el respaldo del gobernador de Tabasco, Leandro Rovirosa, a quien se lo encomendó el poeta Carlos Pellicer antes de morir, en febrero de ese año.
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