CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Antes de entregar el poder el peñanietismo se encargó de dejar la hasta entonces residencia oficial con amplios espacios vacíos. Ni cubiertos, cafeteras ni hornos en la cocina; ni lámparas o burós en las recámaras; ni escritorios, engrapadoras o computadoras en las oficinas; ni televisiones ni sus soportes, que fueron arrancados de las paredes… Vaya, ni el teléfono rojo sobrevivió al fin del sexenio anterior en Los Pinos.
Símbolo del acceso al poder presidencial, invocación frecuente de novelas y thrillers políticos, no hay rastro del teléfono rojo en la que fue la residencia oficial de Los Pinos, como tampoco hay un solo teléfono o intercomunicador en ninguno de los despachos que debió ocupar el equipo presidencial, que se pueden recorrer por todo el pasillo trasero de la casona que durante más de ocho décadas habitaron –y desde donde despacharon– los presidentes de México.
Adquiere una fotografía para ilustrar esta nota aquí