Mi desconfianza en nuestra democracia representativa

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Concluidas las votaciones de 2006 colaboré con Proceso para tener acceso a las boletas de la elección presidencial de ese año. Menciono ese recuerdo porque me marcó: a partir de entonces dejé de creer en el debido funcionamiento de nuestro sistema electoral cuando la competencia es cerrada. Me rehusé a consentir que el más esencial elemento del sistema tuviera como garantía de origen, un salto de fe.

Otra anécdota más añeja también me impactó: hace quince años la primera causa de derechos humanos que litigué trataba sobre el nombramiento de la persona titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Ese caso me permitió constatar el empleo a conveniencia de las consultas a la ciudadanía y el imperio de los acuerdos políticos por encima de designaciones con legitimidad de origen.



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