La humanidad ha progresado mucho pero su endeblez no se ha dado por enterada. Los avances médicos permiten curar enfermedades que hace unas décadas diezmaban poblaciones, la gente vive ahora más y mejor que antes y, sin embargo, cada cierto tiempo aparece un nuevo virus que nos sojuzga y nos recuerda nuestra vulnerabilidad y nuestra finitud.
La soberbia de quienes se jactan de haber “dominado” a la naturaleza se agazapa en espera de que pase el peligro. La cima de la pirámide social es envuelta por nubarrones de desamparo; también las élites se descubren frágiles, indefensas ante la muerte.
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