Benjamín Anaya
MÉXICO, DF (apro).- La noche en que Natalia Lafourcade congregó por primera vez a su público en el Auditorio Nacional se convirtió en una procesión de almas vivas cuya ofrenda sonora y lumínica, con reminiscencias del pasado, sonido intemporal y experimentación futurística, fue recibida por sus fans en verdadera algarabía.
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