CONTRAPLANO / MONTERREY, N. L. (apro).- No soy una bruja (I am not a witch, 2018) inicia con una escena inusual: un grupo de turistas que recorre la campiña africana llega a una granja de brujas, donde son confinadas las mujeres sorprendidas en actos de encantamiento. Si estuvieran libres, podrían volar a cualquier lugar del mundo e incurrir en crímenes atroces.
Las brujas, entonces, hacen ademanes y gesticulaciones, fingiendo ser horrorosas, para que los visitantes puedan tomar fotografías.
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