CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Con demasiadas expectativas en varios sectores críticos de una sociedad irritada por la corrupción, la impunidad, la violencia y criminalización oficial, la visita del Papa Francisco a México va para su cuarto día y no ha cimbrado como se esperaba ni ha dado la auténtica “nota” o mensaje que lo haga recordar como un pastor católico que pretende marcar una diferencia sustancial, no sólo verbal, con sus antecesores.
Su fama de padre humilde o sacerdote crítico con los poderosos no se ha cumplido en México más que con frases generales que condenan la corrupción, el fariseísmo, la cultura de la muerte y la violencia, y las tentaciones de la riqueza, la vanidad y la soberbia, pero no aterrizan en problemas concretos del país.
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