CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Afirmar que el presidente Enrique Peña Nieto es un gobernante derrotado, que dilapidó demasiado rápido su popularidad y llega a la sucesión presidencial de 2018 con una Presidencia sin fuerza, es un error.
El mexiquense lo ha dicho: no gobierna para las encuestas ni para la popularidad. Y aunque es de suponerse que a todo gobernante le interesa pasar a la historia, hay que recordar que –también lo dijo– es un pragmático que ha conseguido todo lo que se ha propuesto, aunque, según las encuestas, el 80% de los ciudadanos desapruebe su mandato.
Adquiere una fotografía para ilustrar esta nota aquí