CIUDAD DE MÉXICO (apro).- A punto de cumplirse cuatro años desde la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa y el asesinato de nueve personas, el sexenio de Enrique Peña Nieto agoniza acumulando episodios de sangre y horror burocráticamente, estadísticas que ya superan el saldo fatal del gobierno de Felipe Calderón.
Peña y Calderón han demostrado una vez más en la historia de este país que un presidente puede hacer lo que desee sin mayor consecuencia, como no sea, cierta sanción electoral que no tiene mayor relevancia ni impacto en sus respectivos retiros de la vida pública en absoluta calma.
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