MEXICO, D.F., 29 de junio (apro).- “No estoy inválido ni discapacitado”, aseguró el presidente Enrique Peña Nieto desde el Hospital Central Militar, el viernes 26, tras serle extraída la vesícula biliar –en lo que fue la segunda cirugía en dos años exactos–, y el domingo, una vez dado de alta, garantizó que no tiene “ningún otro” padecimiento.
No sería la primera vez que, luego de negarse u ocultarse, debe reconocerse una grave enfermedad. Así ocurrió con Fausto Vallejo, exgobernador de Michoacán, y con Alonso Lujambio, exsecretario de Educación Pública que murió a días de asumir como senador.
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