MONTERREY, NL (apro).- La gran virtud de Pesadilla en el Infierno (Incident in a Ghostland, 2018) es un estilizado manejo literario.
Más allá del evidente festín sádico, acompañado con una brutal carga de misoginia, en un universo distorsionado por monstruosas acechanzas, existe una inteligente propuesta que oscila entre los territorios del sueño y la vigilia, la realidad y la locura.
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